Y en una cocina las bombillas atraen las polillas, las legumbres tiemblan ante el cuchillo ganoso, el mesón se presta y los convidados miramos... Primero se prendieron las bombillas que atrajeron las polillas y quedó un gran espacio abajo. Entonces el mesón se empotró en la pared y fueron llegando las legumbres que atrajeron al cuchillo. Por último, la pared recibió sus baldosas, que juntaron con sus hilos las dos partes.  

Donde una ciudadana sin afanes puso esta estrella en modo estatua en el patio de su casa con una banquita al frente y los vecinos y no tan vecinos la visitan y piden sus deseos para un mundo mejor con despacio, al sabor de un tinto o un ron. Primero fue la estrella, luego el pedestal que la dejó quieta para poder pensar el deseo con calma, finalmente apareció la ciudadana de la idea.

Donde el equipo de mi amigo Betacho hizo un casi gol que le alegró el corazón y me demoré una eternidad haciendo pasticos. 

Donde la lluvia, el sol, la luna y las estrellas todas, han desteñido sin vencer la feliz camisa azul. Primero fue la camisa, rezago de la preparación de un taller donde el collage fue la técnica escogida. Luego vinieron los cuerpos celestes y los fenómenos atmosféricos que tienen que ver con el paso del tiempo... 

O con esta otra ciudad

O con esta otra ciudad que contenta ve llover y parece una nena saliendo de la piscina con traje de baño de colorines. (Primero fue el gordo nubarrón, luego cayeron los goterones y entonces la ciudad contenta a punta de plumones)

Y encantado con esta ciudad cuyo templo tiene cúpulas de mujer y un elegido que resulta ser todo hombre enamorado que la habita o la visita

 Y dispuesto, cuando me desvelo, a mirar largamente la luna con la certeza de que me sonríe cuando me pela los dientes.

Cosas que se dicen al oído

Y abierto a escuchar esas cosas como el diente de león que estaba distraído hasta que se le apareció esa otra flor con palabras de miel que lo dejaron con la cabeza zumbona.  

Soles y enredaderas con flores en el entresijo

Entonces quedé listo para gozar aquellos días en los que crecen soles y enredaderas con flores en el entresijo

Mientras tanto un grande nubarrón se fue preñando de mala vibra y angustias económicas y decepción; finalmente emanó en una página de la libreta como un hongo en un viejo zapato guardado. Tan de malas que otro día, justo en la página contigua, había quedado atrapada la lagartija que lucía la gabardina del optimismo. Entonces calqué la lagartija en la página del nubarrón y lo conjuré porque me contaminé de optimismo. 

El avichucho antojado

Un avichucho que se aburría en otra página oyó el bochinche del perro y el gato, les preguntó y ellos le contaron y se antojó. Entonces una idea empezó a germinarle en la estrecha cabeza... Ni siquiera alcanzó a colorearse una de las patas.

Lo que es del perro...

Comentó mi amiga la Reina, allá en Tumaco, y los dos saltaron hasta una doble página de la libreta para disputar una deliciosa flor que estaba allí como esperándolos.

Releí hace poco en voz alta el cuento de Calvino que da nombre a esta primera entrada, cuento que me ayudó a comprender por qué en compañía de Tigre, Argos y Drago le aúllo a la luna cuando está llena (lo que explica además la imagen del perfil); releí, digo, y luego fue surgiendo en la libreta este matacho con luna y rumor y olor de mar. Si de pronto el matacho les abre el apetito, el cuento lo pueden leer en

http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2011/11/italo-calvino-la-distancia-de-la-luna.html