martes, 22 de enero de 2013





Indiferente a la suerte del balón, a las conversaciones y enamoramientos ajenos, el hombre de labios azules disfruta su soledad y su planta.

La planta llegó a Mirapalcielo gracias al cariño de una pareja amiga y encantó nuestros ojos durante muchos días con su portentosa floración fucsia y morada. Habita en el balcón de la sala. Ahora, casi un año después, asistimos a su segunda floración. Después de encantar mis ojos encantó mi mano que la dibujó en la libreta. Entonces, como de una lámpara de genio, de ella salió su enamorado observador. Pero salió de carácter retraído y se encerró en ese cuarto de piso de tablas gruesas y ventana pequeña.


viernes, 4 de enero de 2013























Y claro que sí. De un momento a otro, aquello atrapado en la campana de la invisibilidad tuvo fuerza para salir volando. Aleteó y cogió colores y alborotó el cuarto lleno de oscuridad y la conversa empezó a fluir, las piezas a encajar.

Este par de matachos se tomaron páginas sucesivas de la libreta, no enfrentadas como casi todos los anteriores. Fueron sobreimponiéndose a las notas que usurpaban esas páginas, de esas que se toman de afán y mueren un minuto o un día después. El pajarraco enjaulado y el pajarraco libre comparten la posición del ojo. 

martes, 1 de enero de 2013



Luminosos son los conversadores, pero la conversación es enredada, oscura. Ni una idea luminosa, ni un rayito de lucidez. Igual, hay empeño y una especie de confianza ciega en que la idea saltará de tanto darle vueltas a tientas, a trancas y mochas.

A propósito de alguno de mis emprendimientos recientes.