martes, 30 de abril de 2013



A muchos kilómetros de distancia, por esas curiosas coincidencias de la vida y de los relatos que la cuentan, un pasajero ve pasar la ciudad por la ventana del autobús y descarta la idea de tener una amante (las meras complicaciones) y se muestra indeciso entre creer o no en las teorías de los alienígenas ancestrales. A su lado viajan su mujer y su hijo.

El matacho surgió de un sueño que transcribí así en la libreta: estoy en una ciudad que parece europea. Me acompañan una mujer opaca y un niño flaco, pero mi interés está centrado en los buses antiguos y no muy bien cuidados del sistema de transporte público. Paralelo a la avenida corre un canal de aguas torrentosas y sucias, algo amenazante. 




jueves, 25 de abril de 2013




Por su parte, la amante aprovecha un cuarto de hora de soledad para repasar el álbum de láminas de amor pasional que su amante le dejó en un sobre envuelto en plástico en una rendija del muro del parque de los enamorados que queda al borde del acantilado. Es una memoria de la piel y su piel rememora.

Y claro está que esta historia hace bucles, se muerde el lomo, y que el parque en mención bien podría quedar en la ciudad del acantilado que publiqué en una entrada de septiembre del año pasado. Por tanto es posible establecer cerca a dónde amarizó la nave alienígena y así todo.   



viernes, 19 de abril de 2013



Las agujas del templo le rascan la barriga al cielo y soportan con estoicismo el revoloteo incesante de las golondrinas que aprovechan para decorar con flores de excrementos los sombreros de la feligresía. 

De esta entrada me gustó la irrupción del fuera de campo cuando el texto ancló en la historia el dibujo. Entonces un atrio no dibujado se llenó de personajes masculinos y femeninos con grandes sombreros como en un evento de la realeza inglesa, minuciosamente cagados por la bandada de golondrinas. Mucho me he reído. Tal vez lo dibuje.


miércoles, 17 de abril de 2013



En cambio las flores del acantilado, que no pueden correr y son de sentimiento fácil, caen rendidas ante el nuevo galán del vecindario, mientras la lluvia lava los recuerdos de amores anteriores.

La lluvia acabó por entrelazar estos tres últimos matachos, aparecidos en mi libreta en momentos muy diferentes, sin relación aparente entre sí. 




martes, 16 de abril de 2013


Como nada sabe de esos bonitos sentimientos alienígenas, la lagartija del acantilado corre a esconderse por si acaso. Se queda con la gana de disfrutar la lluvia.

Acabo de revisar por azar y esta es la segunda lagartija en los matachos de la libreta publicados. La otra lucía la gabardina del optimismo. Por estos días necesito esa gabardina.

Cambio de tema: es curioso cómo se juntas las cosas. Acabé de colorear la nave alienígena de la entrada pasada el sábado y ahí mismito caí en un programa de THC sobre los astronautas ancestrales o título similar, un rollo que me trae pensativo. 


sábado, 13 de abril de 2013


Mientras tanto, en otra esquina de la mente del dibujante, en otra página de la libreta, el periscopio de la nave alienígena observa amorosamente el nuevo mundo. Llueve mar adentro y para quien mira por primera vez es un milagro absoluto.

Por fin logré zafarme del cuartito donde alucina el cuidador de la planta. Temí quedarme allí hasta el fin de los matachos de la libreta.